Tierra, ¿qué de bueno traes para mí?
Si la piel bendita de mis ancestros amados la has recibido para transformarla en polvo cósmico.
Agua, ¿qué de bueno traes para mí?
Si la lluvia que del azul celeste escurre, es el caudal de lágrimas que mi alma de vez en cuando puede liberar.
Aire, ¿qué de bueno traes para mí?
Si tu sutileza en el tiempo difumina los aromas que me anclan a los espacios, a las relaciones, a los procesos.
Fuego, ¿qué de bueno traes para mí?
Si en carne viva he sentido cómo se queman cachitos de mí, cachitos llenos de miedo y deseos.
Entonces, ¿qué de bueno tienen para mí?…
La tierra: sabiduría y abundancia, la magia que envuelve la fotosíntesis de los nuevos seres. El sostén de mis pasos, a través del recuerdo de mis raíces.
El agua: las emociones transformadas. La fluidez con la que los mares, ríos y lagos se expanden, colocando que ese fenómeno natural, es un reflejo de lo que ocurre en mis ecosistemas internos.
El aire: la caricia permanente que llega con el susurro nítido de las voces que dan vida a mi genealogía.
El fuego: trasmuta mis cachitos de alma en la integración de certezas. Es así, así de sublime: el amor permanece ileso, como ilesos permanecen los vínculos.
Gracias duelo, por invitarme a iniciar un despertar agradecido.