Enseñar la inclusión a los más pequeños de la familia, es un tesoro invaluable que facilita la convivencia de manera libre y sin juicios. Te invitamos a descubrir cómo promover esta práctica integradora.
Recordar que en la naturaleza de un niño, está reconocer al otro como un ser igual de transparente y libre como él, es fundamental cuando se está formando a alguien en ésa etapa.
Al llegar a este mundo, llegamos experimentando que podemos ser auténticos, pues el cuerpo responde a sus necesidades internas, así como a estímulos del exterior; y lo hace despreocupadamente.
Algunos de los ejemplos de estas reacciones son: si el pequeño tiene ganas de decir algo, lo expresa; si tiene ganas de cantar, canta; si tiene ganas de bailar, baila; si tiene ganas de llorar, llora; si tiene ganas de gritar, grita.
Es hasta el momento en el cuál recibimos alguna burla o rechazo, cuando nos damos cuenta que la percepción del otro, puede generar un impacto en nosotros, activando alguna emoción de “baja frecuencia”.
Ahora, qué ocurre cuando además de las respuestas conductuales, entran en juego otros factores como las diferencias de pensamiento por temas políticos, económicos, religiosos; o rasgos físicos y culturales.
Asumirnos como seres sintientes, nos coloca en la posibilidad de hacer consciencia en el hecho de que los demás también son seres sintientes. Esa cualidad, es la llave maestra que abre el camino a una mirada amorosa hacia el otro.
Y… ¿qué implica mostrar una mirada amorosa?
Significa reconocer y respetar la unicidad de aquél que tenemos enfrente. Este profundo respeto facilita la convivencia, llenándola de transparencia y libertad.
Ahora, a practicar: puedes utilizar el lenguaje transformacional SAyDI como herramienta promotora de una experiencia sana y empática. Prueba expresar:
“Miro que eres perfecto(a) y todo lo bello en ti, se expande también en mí”
“Respeto todo de ti, también lo que te hace diferente a mí”
“Todos somos importantes”
“Eres uno de nosotros”