¿Qué tiene el internet para que los niños pasen horas ahí? Parece que ahí encuentran el amor que no obtienen fuera de él.
El famoso “mes del amor” me hizo recordar el libro titulado El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez, en el que escribe:
“Lo más absurdo de la situación de ambos era que nunca parecieron tan felices en público como en aquellos años de infortunio. Pues en realidad fueron los años de sus victorias mayores sobre la hostilidad soterrada de un medio que no se resignaba a admitirlos como eran: distintos y novedosos, y por tanto transgresores del orden tradicional”.
Con este párrafo invito a reflexionar acerca de la similitud con la que describimos a las nuevas generaciones, en donde se dice que nos resistimos a admitir que son distintas, novedosas. Y sobre todo, transgresoras del orden tradicional.
La sociedad nos empuja constantemente a transformarnos y a adaptarnos a contextos muy diferentes. Por ejemplo, en estos tiempos, la tecnología influye y determina el patrón de las relaciones.
La mayoría de los jóvenes, en ausencia de la calidad de las relaciones sólidas y profundas, buscan un remedio a esta carencia “la cantidad”. Es decir, en el número de seguidores en las redes sociales y la velocidad con que sus mensajes se difunden. Son jóvenes que quieren andar por la vida ligeros de equipaje, lo que equivaldría a no comprometerse. Se resisten a vivir dramas familiares, y quieren cambiar rápidamente de amigos y de pareja mientras van perdiendo los puntos de anclaje con la familia.
Las relaciones líquidas
En este sentido, mantienen lo que se llama relaciones líquidas. En donde hay una renuncia a planificar la vida a largo plazo, pagando el costo de experimentar un profundo desarraigo afectivo.
Se trata de una realidad muy triste porque, en el fondo, los humanos siguen experimentando vacío y soledad. Una soledad que se disfraza y mitiga con cualquier dispositivo. Un vacío que se llena con todo lo que internet pone al alcance de un clic.
¿Y qué se dice del amor en tiempos de internet?
Se enamoran a través de una pantalla y se vuelven adictos a pasar las horas en espera de que él o ella se conecte…
Y qué decir de la experiencia virtual. Sufren porque no pueden sentir la calidez de una piel, porque no pueden sentir el respirar del amado. Y sobre todo porque no pueden sentir el aliento de una boca musitando al oído lo mucho que ama.
Además, las relaciones por medios virtuales son un peligro, porque nunca se sabe quién está del otro lado. Se cree que se tienen varias opciones sin generarse conflictos.
Existe la posibilidad de experimentar sexo virtual sin aparentes riesgos.
Sin embargo, el amor en su forma sólida o líquida, presencial o virtual, es una energía bella y gratificante. Todo cuerpo la produce solo cuando hay un ser consciente que aprende a llenar los vacíos, a manejar las ausencias y las pérdidas, a ofrecerse respeto y cuidados, a jerarquizar y manejar el tiempo, a generar abundancia y a cerrar ciclos.
Lo mejor de todo, es que se puede aprender a amar. ¿En dónde? principalmente al lado de la familia, porque aprendemos a amar desde niños, ya que miramos las historias y formas de amar de nuestros padres, familias y antepasados.
Más adelante, cuando pasan a manos de la educación escolar, podemos decir que las instituciones se ocupan muy poco de continuar con esta formación del amor. Que lleve a los niños, jóvenes y adultos que al mismo tiempo que consolidan sus estudios, también obtengan certificados, licenciaturas y maestrías donde esta sea su especialidad.
La escuela Saydi se especializa en la aplicación de herramientas humanistas, que tienen como objetivo principal llevar a cada alumno a un aprendizaje en donde siempre está presente el amor como una energía conductora de bienestar.
La metodología SAyDI enseña a a tus hijos a conectarse desde la red universal del amor.
Te invitamos a llenar con amor el camino al éxito de tus hijos.