Es sabido que en los orígenes de las escuelas, la educación ha estado centrada solo en la mente, es decir en la adquisición de información. Con un enfoque práctico y el objetivo de demostrar que se sabe, al reproducir información aprendida, por repetición principalmente.
El criterio para identificar a los más inteligentes, ha sido los exámenes. Se fomenta un ambiente de competencia, de esfuerzo para lograr entrar en los únicos 3 lugares reconocidos como mejores. Mientras el resto comienzan a quedarse con una idea de que no son lo suficientemente buenos. Sin embargo, nadie consideraba importante estos aspectos emocionales, a pesar de que este grupo representa a la mayoría.
El resultado de educar por generaciones así, es lo que caracteriza a nuestra sociedad actual. Donde todo aquel que se propone ser exitoso, siente esa presión y miedo de ser superado por alguien más. Por lo tanto, además de esforzarse al máximo, hará lo que pueda para asegurar su posición, no temiendo pasar por encima de alguien más.
La consecuencia natural es el egoísmo, donde se dificultan las relaciones interpersonales, pues se busca el bien personal, minimizando las necesidades de los otros. Es así que personas que tienen mucho éxito, a veces, su vida personal es un desastre y no les permite ni siquiera disfrutar del mismo. El estrés, la infelicidad, la baja autoestima, la tendencia a las adicciones y al abuso del poder, son características de una educación centrada en la mente.
Afortunadamente, con los descubrimientos que ha generado la neurociencia, nos ha permitido lograr un entendimiento de quiénes somos, comprendernos y mejorarnos. Esto implicó desarrollar una inteligencia orientada al mundo interior.
Una educación centrada en las emociones es a lo que llamaríamos “educar desde el corazón”
El gran descubrimiento de la neurociencia fue el identificar a las emociones como el factor principal en la conducta humana. Y por lo tanto del proceso de aprendizaje. Esto cambia el orden de los factores y por supuesto el producto. Una educación centrada en las emociones es a lo que llamaríamos “educar desde el corazón”. Esto significa enseñar a reconocer y gestionar adecuadamente las emociones. Esto permite formar personas autónomas emocionalmente, capaces de autogenerarse estados de motivación, bienestar, salud y paz.
El resultado es evidente pues al equilibrar los procesos reactivos de la mente, al educar con el corazón, se logra el equilibrio. Es decir, mentes equilibradas, que por ende crean un mundo más equilibrado. Hablamos de menos violencia, mejores relaciones interpersonales, mayor cuidado del medio ambiente, mayor amor por sí mismos.
De esta manera nos acercamos a lo que es la Trascendencia la cual transforma el competir en compartir. El otro ser humano deja de ser un rival a vencer convirtiéndose en alguien con quien colaborar. De esta forma podemos superar los obstáculos que la vida nos plantea como individuos y como especie.
Es por esto que en la Escuela SAyDI nuestros docentes se encuentran certificados en nuestra metodología. Esto les permite educar desde el corazón y diferenciarse de la educación tradicional en los siguientes aspectos:
- Saben que todos los niños aprenden y que sus intereses y ritmos son diferentes.
- Fomentan la auto-motivación en lugar de la aprobación.
- Practican la negociación en lugar de la represión o el castigo.
- Conducen al niño a que perciba los errores como un ingrediente indispensable en el proceso de aprendizaje.
- Utilizan el lenguaje transformacional SAyDI como una herramienta para llevar a la auto-consciencia. De esta manera los alumnos realizan adecuadamente cada una de sus actividades.
- Cuentan con las herramientas para acompañarlos a descubrir sus talentos y desarrollarlos.
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